John Brown
Cuando John Brown fue a la guerra a luchar en una costa extranjera
su madre por supuesto estaba orgullosa de él
-estaba muy tieso metido en su uniforme-
por la cara de su madre cruzaba una sonrisa
Oh estás tan elegante, estoy muy contenta de que seas mi hijo
me siento orgullosa de saber que portas un fusil
haz lo que ordene el capitán y conseguirás muchas medallas
que colgaremos en la pared cuando vuelvas a casa
cuando aquel viejo tren echó a andar, la madre de John se puso a gritar
diciendo a todos sus vecinos
es mi hijo el que se va, es soldado ahora, sabéis?
ella se aseguró de que se enteraran
de vez en cuando recibía una carta y sonreía
al enseñársela a sus vecinos
ella se mostraba ufana de su hijo con su uniforme y su fusil
y esa cosa que llaman una buena guerra al viejo estilo
oh una buena guerra al viejo estilo
Luego las cartas dejaron de llegar por cierto tiempo
cerca de diez meses o más,
por fin llegó una carta diciendo, vaya a la estación,
su hijo vuelve de la guerra
sonrió y fue a la estación, miró a su alrededor
pero no logró encontrar a su hijo soldado
cuando por fin le vio al marcharse toda la gente
apenas podía creer lo que veían sus ojos
tenía la cara destrozada, le faltaba una mano
y un corsé metálico rodeaba su cintura
susurró algo muy despacio, con una voz extraña
mientras ella ni siquiera podía recordar su cara
oh, señor ni siquiera reconocer su cara
“Oh, dime hijo mío qué te han hecho
cómo has llegado a este estado
hizo todo lo posible por hablar y apenas pudo mover los labios
su madre tuvo que esconder el rostro
no recuerdas mamá que cuando me marché a la guerra
pensaste que era lo mejor que podía hacer
yo estaba en el campo de batalla, tú en casa mostrándote orgullosa
tu no estuviste allí metida en mi pellejo
oh, y cuando estaba allí pensaba señor qué hago aquí
estoy tratando de matar a alguien o morir intentándolo
pero lo que más me asustó fue ver cuando mi enemigo se acercó
que su cara era exactamente igual a la mía
oh señor exacta...
“Y no pude evitar pensar en medio del sonido de truenos y el mal olor
que yo no era más que una marioneta en una representación
entre el ruido y el humo, la cuerda se rompió finalmente
y una bala de cañón se llevó mis ojos”
Mientras se volvía para echar a andar, su madre
todavía estaba en shock, viendo el corsé metálico que lo mantenía erguido
pero antes de irse dijo a su madre
que se acercara y en sus manos dejó caer las medallas
¡Señor, Señor, en sus manos!
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